Entre los meses de diciembre y abril, la cumbre de la montaña conocida como Pico de Adán, o Sri Pada, en Sri Lanka, se transforma en el foco de algunas de las más importantes peregrinaciones. Allí, en su cima, se observa la huella fosilizada de un pie descalzo inmenso, de casi ciento cincuenta metros de largo, que da a la formación su nombre: "huella sagrada". Desde tiempos inmemoriales, la montaña y dicha huella se han convertido en epicentro de diferentes ritos religiosos de tres credos diferentes, pues todas ellas adoran la planta del templo de Saman. Para los budistas, es la huella de Buda, improntada en su tercer viaje a la isla; para los hinduistas, fue el dios Shiva quien, durante la creación del mundo, plasmó su pie en la cima de la montaña al apoyarse sobre ella; y los musulmanes, por su parte, opinan que la huella sagrada pertenece a Adán, que según la leyenda estuvo de pie sobre la montaña nada menos que mil años después de ser expulsado del paraíso terrenal. No obstante, ya mucho antes de que estas grandes religiones irrumpieran en el país, la monaña era reverenciada por los veddas, la cultura autóctona de Sri Lanka. Ellos la llamaban Samanala Kanda.
El primer occidental en ascender la cumbre sagrada fue el Dr. John Davy, del Servicio Médico de Ceilán (perteneciente al gobierno británico). A principios del siglo XIX, acompañó al gobernador de Ceilán, Sir Robert Brownrigg, en su recorrido por las provincias interiores de Cailán. Fruto de todo su aprendizaje y sus impresiones, nació la obra "Un relato del Interior de Ceilán y de sus habitantes con viajes por la isla", publicado en 1821.
Las peregrinaciones suelen iniciarse por la noche para evitar el calor del sol. Imprescindible es la experiencia de asistir a la salida del sol desde lo alto de su cima. Pero la subida, con gran cantidad de escalones y tramos de pronunciado desnivel, no es nada fácil. Los habitantes de la isla creen, independientemente de su credo o religión, que la cima del Sri Pada está a tan sólo sesenta y cinco kilómetros del Paraíso celestial, y argumentan, incluso, que en el silencio de la oración, incluso se escucha el rumor de las fuentes del más allá.