Las teogamias egipcias y la Trinidad Cristiana
El posible origen egipcio del concepto "hijo de Dios"
TITO VIVAS
"Atravesada la larga sala columnada [del templo de Luxor] y el patio solar, en el que se hallaron tantas estatuas de la diosa leona Sekhmet, el viajero avispado podía dar a parar con su dolorido y sudoroso cuerpo a una pequeña sala, a la izquierda del santuario, en la que muy pocos reparaban. Más que nada porque no tenía, a simple vista, nada de especial. Tres grandes columnas soportaban una techumbre ya pagana y sucedánea. Pero su pared, la decoración de su pared, era lo realmente interesante, pues allí aparecía, como una copia de la que Hatshepsut desarrolló en las paredes de su templo funerario en Deir el Bahari, la teogamia divina del rey Amenhotep III.
Sobre el concepto de la teogamia profundizaré más adelante en la lectura. Baste explicar, por el momento, el concepto sagrado que define esta unión entre un ser divino, un díos, Amon en este caso, con una mujer mortal. Como fruto de esta relación que implica la teogamia nacerá siempre un niño de naturaleza también sagrada, que resulta ser hijo carnal del mismísimo dios que había embarazado a la madre tomando espiritualmente posesión y forma del cuerpo de su esposo, el rey. De este modo, un niño nacido de una mujer mortal, por obra de la divinidad, se alzaba como un ser de naturaleza divina, el mismo dios hecho carne y heredero generalmente del trono de la tierra de Egipto por el derecho que le concedía la paternidad carnal del más poderoso de los seres, el dios omnipotente. ¿Recuerda a algo? Pues ese fue uno de los motivos argumentados por Amenhotep III para, en su caso, explicar su naturaleza divina y espantar la influencia del clero de su palacio.
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Esta era, sin duda, una de las más grandes e importantes influencias egipcias en los motivos cristianos, junto con la de la madre sagrada y el niño, reflejo de las incontables imágenes de la diosa Isis, la madre de todos los dioses, y de su hijo Horus, en la figura del niño recién nacido, conocido como Harpócrates en época ptolemaica y relacionado directamente con la divinidad como fruto de esa hierogamia.
Se entiende tradicionalmente por hierogamia el concepto que hace alusión a uniones sagradas, de tintes matrimoniales, entre divinidades. Es diferente al concepto de teogamia que ya he mencionado anteriormente, y que hace referencia a la unión carnal entre la divinidad y una mujer mortal, no de naturaleza divina. Así fue como más de un rey (y reina) reivindicó su ascenso al trono cuando no les era posible justificar su primacía por cuestiones de consanguineidad.
Estos temas religiosos tienen su primer precedente en el relato del papiro Westcar, que describía, de forma similar, el origen divino de los reyes de la dinastía V. Pero los ejemplos más evidentes al alcance de los viajeros se hallan en los muros de los templos de Deir el Bahari (teogamia de Hatshepsut) y de Luxor (teogamia de Amenhotep III, ya comentada). En ellos, se muestran las imágenes, como una sucesión de viñetas, de todo el proceso de alumbramiento del nuevo dios hecho hombre, desde el momento en el que el dios decide tener una descendencia carnal hasta que este niño, ya real, es coronado.
Ahora bien, si uno se acerca a los textos clásicos de la tradición cristiana, puede ver este mismo elemento reflejado de una forma bastante similar. Por ejemplo:
“Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros". Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa, y sin que hubieran hecho vida en común, ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús.”
Evangelio según San Mateo 1, 18-25
O el mismo caso, referido por otro de los evangelistas:
“Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.”
Evangelio según San Lucas 1, 26-38
Ambos textos guardan similitudes más que evidentes con la tradición egipcia de las teogamias, algo que no es de extrañar, teniendo en cuenta que las fuentes de la redacción de los considerados como primeros evangelios proceden de la zona del valle del Nilo, de sus primeros moradores cristianos y en gran medida de la memoria colectiva de sus habitantes.
Cuando se habla del origen de los textos cristianos, hay que tener en cuenta la importancia que tenía la memoria en la antigüedad. En una sociedad en la cual la información era limitada, y referida cuando lo era, en elementos de muy reducida y complicada adquisición y uso (los papiros y pergaminos eran casi objetos de lujo, y no todos tenían acceso a la escritura y la lectura) el principal camino para la tradición y expansión de las creencias religiosas era la memoria, antes de que hubiese posibilidad de plasmarlas por escrito. Así es como se crean las “sociedades de discurso mítico” de Josep Cervelló que mencionamos anteriormente. Un claro ejemplo es la sociedad egipcia. No hay que obviar, por tanto, el hecho de que el núcleo más antiguo de la tradición evangélica iría cargado de una tradición mucho más antigua.
La historia del desarrollo de los evangelios es confusa, existiendo varias teorías acerca de su composición. Los análisis de los estudiosos se han centrado en lo que se llama el problema sinóptico, es decir, las relaciones literarias existentes entre los tres evangelios sinópticos, Mateo, Lucas y Marcos. La idea más defendida es la denominada, por mayor consenso, "teoría de las dos fuentes”. Según esta, el de Marcos sería el evangelio más antiguo de los tres, que sería utilizado como fuente por Mateo y Lucas, lo que puede explicar la gran cantidad de material común a los tres sinópticos.
Sin embargo, entre Lucas y Mateo se han observado coincidencias que no aparecen en Marcos, y que se han atribuido a una hipotética segunda fuente, llamada fuente Q (del alemán Quelle, fuente) o protoevangelio Q, que consistiría básicamente en una serie de dichos o enseñanzas de Jesús, sin elementos narrativos. El descubrimiento en Nag Hammadi del Evangelio de Tomás junto con el Evangelio de Felipe, que es un escrito también gnóstico de orientación valentiniana, contribuyen a consolidar la hipótesis de la existencia de la fuente Q.
Pues bien, ambos detalles apuntan a un origen egipcio para la creación de los primeros textos de la tradición evangélica, y por tanto, a una posible “contaminación” de sus tradiciones más místicas."
Fragmentos extraídos de la obra "El viaje de un egiptólogo ingenuo", de Tito Vivas. Ediciones del Viento, 2017.