El historiador, arqueólogo y egiptólogo Tito Vivas realiza en su último libro, Tutankhamon, Howard y yo, publicado por Ediciones del Viento, un viaje entre Inglaterra y Egipto para ahondar en la personalidad de Howard Carter, en el año que se celebra el centenario del descubrimiento de la tumba del faraón más famoso de la Historia. Precisamente, el libro sale a la venta el 4 de noviembre, exactamente cien años después del hallazgo de la tumba del faraón más famoso del mundo.

Una de las investigaciones del libro aborda la posibilidad de que el arqueólogo londinense Howard Carter, descubridor de la tumba de Tutankhamon, pudo tener un trastorno del espectro autista. Tras revisar documentos existentes, investigar las relaciones y testimonios de Carter y consultar con fuentes de primera mano, Vivas expone episodios sorprendentes -como el hecho de que sólo seis personas acudieran al funeral de Howard Carter en 1939-, y analiza múltiples aspectos de su compleja personalidad: “Hasta el final de sus días le persiguió la fama de persona adusta, áspera y directamente arisca -escribe Vivas-. Pero tal vez, en realidad, solamente estaba obrando como su mente le indicaba, en atención a unas normas y unas directrices que solamente él comprendía y su cabeza organizaba”.

Para argumentarlo, la investigación de Vivas recoge múltiples indicios, como la necrológica publicada en el New York Times sobre el fallecimiento de Carter, que indica que “debido a problemas de salud, recibió su educación privada con tutores”, así como lo escrito por la amiga familiar de Carter, Winifred Mace: “siempre ha de hacer las cosas a su modo, tan inteligente que puede hacer cualquier cosa [...], pero tiene problemas para no pelearse con todo el mundo”.

Vivas escribe que “nadie había reparado nunca en un factor que, en 1922, era desconocido: el trastorno del espectro autista. Dicho factor transformaría de pleno la visión que hoy tenemos de la capacidad de Howard, su inteligencia y su meticulosa forma de trabajar en el marco de un condicionante tan importante de su personalidad; transformaría su mal genio o su carácter airado y conflictivo en un impedimento innato para entablar relaciones sociales comunes al resto de personas; convertiría su interpretación de las afrentas por su estrato social en una realidad normativa encajada en su forma de entender las cosas. Y así ocurriría con todo lo demás. Es probable que la sociedad lo empujara a ser algo que él no podía ser. No digo algo que no fuera, sino que no podía ser. Y eso debió de generarle mucho sufrimiento y frustración”.

El editor de Ediciones del Viento, Eduardo Riestra, destaca sobre la obra que “en este año en que se hará tanto ruido sobre el centenario, Tito Vivas propone un enfoque originalísimo en el que rastrea las circunstancias previas a aquel encuentro a través de los siglos con el faraón-niño y los personajes que lo protagonizaron, y busca, pasados cien años, las secuelas del acontecimiento, en un tono, como siempre, brillante y divertido”.

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